¿De qué hablamos cuando hablamos de pobreza y de grietas?
En estos días se ratificaron las cifras de pobreza en nuestro país y comenzaron las discusiones si la responsabilidad es del Kirchnerismo o del Macrismo. Unos dicen que dejaron el país con menos del 10% de pobreza y los otros dicen que heredaron casi el 30 % y que la cifra del 35 % es por la inercia también heredada.
La primera reflexión es que detrás de esos porcentajes hay personas, niños, adultos, ancianos que sufren. Los niños con hambre y sin techo ya están condenados a no lograr un desarrollo pleno de sus potencialidades, los adultos con sus expectativas frustradas y sin esperanzas y los ancianos desamparados en la edad donde más necesidad de ayuda y acompañamiento necesitan. Y son millones en un país con algo más de 40 millones de habitantes. La cifra se hace más absurda cuando analizamos los pocos habitantes que somos respecto a la superficie de nuestro país, superficie que mayoritariamente ofrece abundante sustento para muchos millones más.
Y es a este punto donde queríamos llegar.
El problema no es de desarrollo económico ni de crecimiento como les gusta decir a los economistas. Ni siquiera es de producción. Tenemos territorio, minerales, suelo fértil, agua, clima, bellezas naturales, fábricas, Escuelas y Universidades, capacidad científica y técnica. Hay alimentos de calidad en cantidad, hay manufacturas y cadenas de distribución. Podemos discutir el modelo productivo vigente y sus consecuencias ambientales pero lo que no admite duda es que así como está produce mucha riqueza material. Entonces ¿qué es lo que sucede para que haya tanta pobreza?
La respuesta va más allá de uno u otro gobierno, aunque los gobiernos han tenido y tienen su cuota de responsabilidad. El problema de fondo está en la propia matriz del sistema capitalista: su lógica es la de la acumulación de ganancias, ya sea produciendo o especulando, su objetivo es acumular mucho y desparramar poco, lo menos posible, lo imprescindible para evitar protestas sociales que pongan en peligro la subsistencia de este modelo. Por ello cuando pueden influir en las decisiones del gobierno regatean al máximo los presupuestos sociales, de salud y de educación, desalientan al pequeño y mediano productor y aplastan los sueldos públicos y privados a niveles de subsistencia, tal cual lo descubierto hace más de ciento cincuenta años por Carlos Marx y Federico Engels.
Dentro de esa característica del sistema algunos gobiernos de origen popular, contrariando a sus bases, destruyeron empleo y conquistas sociales como en la cercana década menemista y otros atemperaron un poco repartiendo migajas de los millones que embolsaron las grandes empresas por las exportaciones de soja o minerales, como la más cercana década Kirchnerista.
Desde que somos una Nación insertada en el sistema capitalista mundial (fines del siglo XIX) las luchas y las conquistas políticas, gremiales y distributivas por parte del conjunto social trataron de poner freno al apetito insaciable de quienes concentran la riqueza, y ellos respondieron con represión y fraude mientras pudieron, con condicionamientos y golpes de estado a la democracia al agotarse la posibilidad del fraude y hoy lograron un triunfo impensado: llegaron al gobierno por el voto popular, lo que constituye un enorme fracaso de los partidos populares y, lo que es más grave aún, una gran derrota cultural de nuestra sociedad.
Ese pequeño grupo tiene pocos apellidos y, mayoritariamente, se constituye a partir de los terratenientes de la provincia de Buenos Aires que se apropiaron de las tierras antes ocupadas por los pueblos originarios, esos mismos luego se fueron mezclando con las multinacionales y pasaron a co-gerenciar las principales industrias y hoy también forman parte del sector especulativo financiero.
Tienen el dominio casi total por parte de la mal llamada “opinión pública través del dominio de los medios masivos de comunicación y, desde ahí, montados sobre el fracaso y corrupción de los gobiernos de los partidos populares lograron la actual situación política: Que la sociedad legitime un gobierno de los capitales concentrados cuyo objetivo central es seguir acumulando a costa del trabajo y el sacrificio de la mayor parte de quienes lo votaron. Toda una contradicción que habrá que superar.
Por ahí pasa la real grieta. Entre los pocos que todo lo tienen y nunca se conforman y los que tienen menos o poco y luchan como pueden para lograr una calidad de vida acorde a su condición humana.
Esa grieta solo se salda caminando hacia la igualdad y para ello no hace falta producir más, solo hay que distribuir equitativamente lo que hay. Un primer paso es que llegue democráticamente al gobierno un espacio político que supere los errores de gobiernos de tinte popular que fracasaron o se corrompieron. El segundo paso es que ese gobierno – con fuerte respaldo social – tome las medidas de redistribución de la renta que pueden comenzar a construir igualdad: Por ejemplo, grabar con impuestos la renta financiera y las grandes actividades extractivas (minería, hidrocarburos, grandes productores y exportadores de cereales y aceites) y paralelamente reducir los impuestos populares como el IVA y ganancias a los asalariados. Esto generará condiciones propicias para que la sociedad, liberada de la urgencia del hambre, discuta y vaya resolviendo democráticamente un nuevo sistema productivo y distributivo para superar el actual que depreda a la sociedad y al ambiente.
Esa es la verdadera grieta y ese es un camino posible para reducirla o eliminarla en beneficio del conjunto de nuestra sociedad.
Juan José Tealdi
Coordinador Corriente Nacional “Igualdad y Participación”
Partido Socialista
Secretaría de Comunicación
Partido Socialista de Río Negro