PAROS GENERALES, GOBIERNO, SECTORES DE PODER, MODELO SINDICAL, PUEBLO

Los que tienen capital -capitalistas– viven de la renta del mismo. También pueden desarrollar  alguna actividad productiva, comercial o financiera que les de ganancias que a su vez sirven, para incrementar el capital. Quienes no tienen capital viven de los ingresos que logran obtener de la venta de su fuerza de trabajo, sea este manual, intelectual o, por lo general, una combinación de ambos.

Más allá de la incorporación de nuevas tecnologías que reemplazan  puestos de trabajo, quienes poseen capital y lo invierten en cualquier tipo de actividad “compran” la fuerza de trabajo, o sea toman empleados de diferentes categorías y para diferentes funciones para poner en marcha la empresa de producción o de servicio que poseen.

El objetivo de cualquier capitalista es multiplicar su capital. Más allá de las actividades especulativas a las que se dedican varios capitalistas, la parte más importante de la multiplicación del capital está en obtener el máximo de rendimiento del trabajo de sus empleados/as y pagarles lo menos posible (a esta diferencia entre lo que el trabajador produce y lo que recibe como salario, Carlos Marx la llamó plusvalía). La fuerza de trabajo es una mercancía más, y por lo tanto está sujeta a las reglas de juego del mercado, pero también está sujeta a la correlación de fuerzas entre quienes tienen capital y quienes no lo poseen y deben vender su fuerza de trabajo para obtener su sustento personal y familiar.

En la relación personal entre el patrón y el empleado hay una diferencia de fuerzas enorme. Cualquier discusión persona a persona lleva siempre al triunfo de la postura del patrón o al despido del empleado.

Por ello uno de los primeros grandes avances de los/as trabajadores/as durante el afianzamiento del sistema capitalista, especialmente en su etapa de desarrollo industrial, fue entender que debían agruparse para compensar la fuerza del patrón. Al agruparse en asociaciones obreras (sindicatos) ya la discusión no es persona a persona sino de la persona patrón al grupo de sus trabajadores/as. Otro gran avance fue entender que si se ponían todos/as de acuerdo y paraban la producción le hacían daño al capitalista cuyo objetivo, por lo general, es producir más para ganar más pagando lo menos posible. Ahí aparecen los paros como la principal herramienta contundente de los/as trabajadores/as para lograr mejoras en las condiciones de trabajo y actualización de los salarios.

No fue sencillo, costó muchas vidas en diferentes países – incluido el nuestro que desde finales del siglo XIX ingresó al sistema capitalista – pero gracias a las luchas y el avance organizativo de los/as trabajadores/as, desde ese momento hasta nuestros días, se fueron logrando avances tales como la reducción de la jornada laboral que inicialmente era de sol a sol,  la media jornada del sábado y la jornada del domingo a modo de descanso, vacaciones pagas, permisos de ausentarse por razones de salud o familiares así como otro tipo de conquistas tales como el sistema de discusión de condiciones de trabajo (mejoras ambientales, tiempo para el almuerzo, ropa de trabajo, etc.) y del salario en lo que se denomina paritarias. En estos avances, el socialismo, participando de esas luchas, colaboró también desde el parlamento con Alfredo Palacios a la cabeza transformando las conquistas en leyes que las respaldaron para hacerlas duraderas en el tiempo y aplicables para cualquier patronal a lo largo y lo ancho del país.

¿Qué decían las patronales? Que se iban a fundir por la pérdida de horas de trabajo, que era imposible gastar en ropa, que era imposible modernizar sus industrias invirtiendo en condiciones de seguridad, etc., etc. Es cierto que debieron resignar parte de sus ganancias pero también es cierto que ninguna empresa se fundió por ese motivo. Incluso en muchos casos el trabajo se volvió más productivo por la mejora en la calidad de vida de los/as trabajadores/as que se volcó al rendimiento de su trabajo.  Claro que cuando pueden tratan de volver estas conquistas para atrás. Por ejemplo en los últimos 30 años se dieron los procesos de deslocalización, o sea de traslado de las fábricas de países con conquistas laborales importantes a otros con menos conquistas.  Por ello cuando compramos un producto textil o electrónico vemos que fueron fabricados en países Asiáticos por ejemplo. Pero poco a poco, en cada una de esas naciones, comienzan a organizarse los/as trabajadores/as y quien ha seguido con detalle los países desde los cuales importamos esos productos verán que han ido mudándose desde los que se fueron organizando y poniendo freno a las enormes ganancias hacia otros con menores conquistas sociales. Por suerte el mundo no es infinito y los/as trabajadores/as van organizándose y frenando en cada rincón del mismo las apetencias desmedidas de las clase de los capitalistas.

Esa es la historia que todos los días escriben con su lucha por las mejoras en las condiciones de trabajo los/as trabajadores/as de todo el mundo más allá de los cambios tecnológicos, de la revolución de las comunicaciones y de la disminución de puestos de trabajo por la aplicación de la robótica.

PAROS GENERALES, GOBIERNO, SECTORES DE PODER, MODELO SINDICAL, PUEBLO.

El paro fue y es una herramienta que tienen los/as trabajadores/as para contrapesar el poder de las patronales. Apunta al bolsillo del capitalista que es lo único que les importa. La sola amenaza de un paro puede ser un factor de presión para que los/as trabajadores/as logren los objetivos arriba mencionados. Y los logros en cada caso siempre son universales, se aplican a quienes hicieron el paro y a quienes no lo hicieron. A quienes arriesgaron su salario, su lugar de trabajo o en casos extremos su propia vida y a quienes no lo hicieron. Estos/as últimos/as, lamentablemente siguen pensando que su mejora salarial es por sus méritos, lo que es una total mentira porque cuando al capitalista le resulte necesario reducir personal no tendrá piedad de aquellos supuestos cumplidores tampoco. Esto de alguna manera se traslada también al sector público. Quien no recuerda aquello de “ramal que para ramal que se cierra” de la época de degradación nacional en la que se desguazó sin piedad el estado de bienestar en Argentina.

Además de los paros hacia determinada patronal existen los paros generales. Estos pueden ser generados por solidaridad de todo el conjunto de trabajadores/as hacia algún sector duramente perjudicado pero en general un paro general ya no es contra determinada patronal sino que es necesariamente contra una política general de la economía. Se trata de la defensa en conjunto de los/as trabajadores/as ante las políticas económicas que disminuyen la calidad de vida, por la vía del aumento del costo de vida y también por las políticas pro patronales que apuntan a la baja en las conquistas laborales, como está sucediendo con algunas ramas de trabajo como la petrolera en estos días en nuestro país.

Los paros generales no son nuevos en nuestra historia y no es verdad que no cambiaron nada. Siempre tuvieron su influencia en lograr cambios en las políticas de los gobiernos.

Son la contracara de las maniobras empresariales que generan desestabilización monetaria, que presionan a los gobiernos desde las bolsas de comercio, desde los índices de riesgo país, etc. que son todas medidas de los grupos económicos concentrados para someter a los gobiernos a desarrollar políticas de ajuste al pueblo y de concentración de riqueza en pocas manos.

Dicho de otra manera, las/os capitalistas tienen el manejo del mercado como forma de presionar a las políticas gubernamentales y los/as trabajadores/as tienen su capacidad de movilización y el paro como herramienta para contrarrestar aquella presión.

El actual gobierno, híper permeable a esa presión porque representa directamente a esos sectores desarrolla una política económica que está congelando los salarios mientras los precios suben a las nubes. Eso lo siente la gran mayoría de nuestra población, sea desocupada o tenga trabajo. Y poco a poco va llegando con su efecto pauperizador a los sectores medios y medio altos, que se creían al margen del retroceso.

Claro que hay un repudio generalizado hacia la mayor parte de la dirigencia sindical que se ha eternizado y que no puede ocultar su obsceno nivel de vida. Pero ello no significa que haya que hacer desaparecer los sindicatos porque ese problema se resuelve democratizándolos, cosa a la que ningún gobierno, incluido el que estuvo los últimos 12 años promovió. Al presidente Alfonsín le voltearon la ley de democratización sindical que hubiera generado condiciones para prestigiar y renovar la dirigencia sindical dando más vigor y credibilidad a las organizaciones sindicales. Pero eso no le conviene a las cúpulas del poder económico y político que prefieren a los burócratas enriquecidos que a los/as luchadores/as comprometidos solo con sus compañeros/as. Luego de aquel intento nadie más se metió en el tema.

Por ello son valiosos los esfuerzos que en los 90 hicieron los/as trabajadores/as que vienen construyendo la CTA (a la que el kirchnerismo dividió y no le otorgó la personería) y son valiosos los esfuerzos de sindicatos conducidos por grupos de izquierda. Toda esa experiencia no es nueva. Similares esfuerzos se hicieron en los años 60 y 70 pero fueron diezmados por la represión dictatorial en complicidad con las patronales y muchos dirigentes sindicales que veían peligrar sus sillones ante los/as delegados/as de base. Hay que poner en debate el actual modelo sindical, impuesto por el primer peronismo, que reemplazó al de los partidos de izquierda de la primera mitad del siglo XX pero excede el objetivo se estas líneas. Solo diremos que el comportamiento de los sindicatos que manejan sus obras sociales, que son los que tienen esos eternos dirigentes enriquecidos,  es totalmente diferente al de aquellos que solo tienen por objeto defender las conquistas de sus representados.

Estamos ante un gobierno que tiene un claro objetivo: incrementar la riqueza de los grandes capitalistas vernáculos y sus socios extranjeros. Eso lo hace quitándosela al conjunto del pueblo a través de los tarifazos, de la destrucción de pequeñas y medianas empresas con la apertura indiscriminada de las importaciones de bienes de uso, y la consecuente pérdida de puestos de trabajo, de la quita de retenciones a los grandes exportadores de commodities, del blanqueo para los especuladores, de la generación de una monumental deuda externa cediendo soberanía judicial en el extranjero que terminaremos pagando con nuestro sacrificio y pisando los aumentos salariales. En nuestra historia reciente similares medidas tomó  Martínez de Hoz con la impunidad que le daba el disciplinamiento social de la represión y el miedo impuestos por la fuerza y Cavallo con la mentira de la convertibilidad ya en democracia, gracias al shock impuesto a la sociedad con la hiperinflación armada desde los sectores de poder concentrado.

De eso el socialismo que nosotros representamos no tiene ninguna duda y si alguien piensa lo contrario en poco tiempo constatará su error.

Por ello, el paro va mucho más allá del desprestigio de los convocantes y de los piquetes de los grupos más radicalizados. Ambos de repente son paseados por todos los canales de televisión, aunque ningún canal coincida con sus planteos, porque le resulta útil al gobierno mostrar la cara piquetera del paro y la cara de la burocracia sindical del mismo, desviando así el debate sobre la distribución de la riqueza que el paro pone sobre la mesa. Es una estrategia de corto alcance porque, más allá de estos protagonistas circunstanciales está el aumento del costo de vida, la destrucción de puestos de trabajo y el incremento de la inseguridad para el conjunto social, tal cual lo reclamó desesperadamente un trabajador en la conferencia de prensa de la CGT.

Lo que haga el gobierno es pura estrategia de distracción frente al saqueo organizado. Lo importante es lo que vive a diario nuestro pueblo. Por ello hay en el horizonte muchas protestas que no tienen ningún objetivo político destituyente. Solo buscarán equilibrar la balanza que hoy está totalmente a favor de unos pocos, como se ha hecho siempre a lo largo de nuestra historia.

Los tiempos cambian y el proceso de disciplinamiento social, destrucción del trabajo y de la naturaleza por parte del neoliberalismo da para largos debates y análisis pero detrás de todo esto la lucha es siempre por la distribución de la riqueza. La gran grieta existente es entre pocos ricos cada vez más ricos y una sociedad con cada vez más pobres. Los paros y las movilizaciones, más allá de la calidad y los enunciados de los dirigentes circunstanciales, apuntan a reducir esa grieta. Como se suele decir cuando queremos generalizar algún concepto: esto es válido desde acá a la China. Nunca más cierto que hoy.

Juan José Tealdi
Coordinador Nacional de la Corriente Igualdad y Participación

Secretaría de Comunicación
Partido Socialista de Río Negro