LA DESTRUCCIÓN DEL PLANETA NO ES UN DESTINO, LA DESIGUALDAD TAMPOCO.
DIÁLOGOS ENTRE LA GESTIÓN DEMOCRÁTICA DE LOS BIENES COMUNES Y LA ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA.
Atravesamos un momento histórico muy especial, que sin duda está haciéndonos pensar cuales son nuestras necesidades; alimento, tierra, vivienda, educación, salud, espacios verdes, ocio, … ¿Qué es lo que un ser humano necesita para poder vivir? Esta pregunta no tiene una respuesta sencilla; y sin duda la pregunta es muy antropocentrista.
Este texto es una intención, y lo seguirá siendo, porque es imposible abarcar toda la realidad en un texto; la especie humana piensa, se pregunta y sigue pensando, dialoga, toma decisiones y vuelve a pensar sobre ellas, el valor de pensar con otros, en comunidad y buscar solucionar los problemas colectivos basándonos en lo que sabemos de la realidad, es quizás la forma más avanzada de toma de decisiones que tenemos; la ciencia anda por ahí… Somos así, tenemos la capacidad de hacerlo y es lo que nos “separa” de las demás especies.
Desde nuestra aparición sobre este planeta hace unos 300.000 años, les Homo sapiens nos expandimos por todo el planeta, domesticamos plantas y animales, cambiamos el curso de ríos, entendimos el ciclo de las estaciones, y aprendimos muchísimo sobre nosotros y el medio que nos rodea; en líneas generales sabemos bastante qué leyes gobiernan la naturaleza, en serio, sabemos que existen 118 elementos, que la tierra no es plana, que el sol es una estrella, y que el territorio no está vació; un bosque, un monte, una laguna, un pastizal no son espacios vacíos en el paisaje, no son la nada entre dos ciudades; en estos lugares hay complejos entramados donde circulan materia, energía, nutrientes, agua, entre las más conocidas por todos está las llamadas redes tróficas que constituyen un modelo de quién se come a quién en una comunidad. Para ilustrar esto de que el territorio no está vacío voy a poner un ejemplo extremo, un estudio publicado en la revista chilena de historia natural de 1993, identificó en el desierto más árido del mundo, el Desierto de Atacama 140 especies distintas, entre mamíferos, aves, insectos y plantas; hice una simplificación enorme, dejé afuera a líquenes, reptiles y otros grupos porque esto no es un artículo de ecología. Solo me interesaba ese ejemplo para ilustrar que en el lugar más hostil del planeta podemos identificar 140 formas de vida distintas. Entonces, eso que nosotros llamamos territorio, es el hogar también de cientos de miles de especies que son producto de millones de años de adaptación y evolución a su ambiente.
Hablemos un poco del concepto de “territorio”. El territorio es una porción de la superficie terrestre con sus ecosistemas y sus características particulares donde un grupo humano ejerce soberanía, es decir, que tiene poder sobre esa porción de planeta. Si tiene poder sobre un territorio es porque lo habita. En esa porción de superficie terrestre, esta sociedad desarrolla su cultura, obtiene su alimento el agua y demás recursos necesarios para vivir. La situación actual respecto de nuestro territorio nacional es que la mayor parte de la población vive concentrada en ciudades, principalmente en el AMBA, Rosario, Córdoba, y algunas ciudades del interior como Salta, Mendoza, Neuquén, Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia. Pero simplificando un poco el análisis, la mitad de la población argentina vive en los alrededores a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un espacio que lógicamente no produce casi alimentos, los efluentes domésticos e industriales contaminan el agua y por si fuera poco se trata de ambientes urbanos que han crecido casi sin planeamiento con un gran nivel de hacinamiento, y para colmo de los colmos están asentadas sobre humedales. El crecimiento de la Ciudad de Buenos Aires nos ha dejado un testigo clave de lo que hacemos cuando no nos pensamos relacionados al ambiente que habitamos; la contaminación de la Cuenca Matanza- Riachuelo.
Como todo Estado Nacional, el nuestro tiene un territorio que sabemos extenso y diverso, con variedad de climas y ecorregiones, y obviamente también tiene una población, o varias, porque no olvidemos que la realidad social argentina está lejos de ser homogénea.
Ejercer dominio sobre un territorio significa que hay algún mecanismo que le permite a una sociedad controlar lo que ocurre en él y en esas tierras van a vivir, tener sus casas, obtener su alimento, y producir algún producto o servicio que la comunidad necesita.
¿Que necesitamos? Volvemos a la pregunta inicial. Porque esto es una espiral, así funciona la dialéctica. Vamos respondiendo desde distinto niveles la misma pregunta y aprendemos en ese proceso de complejizar el análisis de la realidad. Pongámonos en tema, este artículo intenta hablar sobre la gestión de los bienes comunes y su relación con la economía social. Para simplificar este viaje, voy a empezar por algo tan cotidiano como comer. Sin miedo a equivocarme, diré que la mayoría de la comida que consumimos viene de varios cientos o miles de kilómetros; ese alimento es transportado y elaborado por diversos agentes económicos, productos agrícolo ganaderos, transportistas, industrias alimentarias, etc. Ahora bien, siempre ese producto alimenticio es producido en un suelo fértil que permite el desarrollo de las plantas que comemos, si hablamos de carne, son los animales los que comen esos vegetales y luego los matamos, los procesamos y los comemos. Desde un inicio, la producción de esos alimentos requiere energía solar para que ocurra la reacción química de fotosíntesis, además, son necesarias otras energías como trabajo humano y electricidad; combustibles fósiles mediante, son imprescindibles en nuestra realidad económica actual para que la economía como la conocemos funcione. A grandes rasgos, los combustibles fósiles son la fuente del 80% de la energía producida y consumida en el mundo.
Nadie imagina su vida sin comer, porque lo necesitamos, estamos ante una necesidad básica no solo humana sino intrínseca a la condición de estar vivo. Resulta un poco irónico entonces que el alimento, todo el sector agro alimentario sea el principal consumidor de energía y el principal destructor de ecosistemas naturales; pensemos en la quema de las islas del Delta del Paraná, en la deforestación del bosque chaco-santiagueño, el monte cordobés, de las Yungas en Salta y Tucumán, y por si el avance de la frontera agrícola no fuera suficiente, todo este sector agrícola genera muy poco empleo real a las comunidades cercanas, por ejemplo, en una gran superficie de soja o maíz RR trabajar un puñado de operarios. Al fin y al cabo solo requiere 3 labores, siembra directa, pulverización de herbicidas e insecticidas desde un avión o tractor y cosecha. Otra irracionalidad es el engorde de animales a corral o feedlots, que precisamente consisten en el engorde de animales para consumo humano, pero en una densidad enorme. ¿Si nos obligaran a vivir amontonados, uno al lado del otro durante toda nuestra vida, lo toleraríamos? El sistema necesita sostener su maquinaria andando y para eso destruye bosques nativos, siembra superficies enormes de granos que luego comerán vacas o cerdos o gallinas que viven hacinados en corrales o jaulas, y toda esa cadena produce obviamente una enorme cantidad de desechos animales que se convierten en un problema ambiental (olores, lixiviados, moscas, enfermedades).
Hagamos una cuenta rápida y seguimos, imaginemos un pool de siembra que tiene su flamante suelo desnudo después de la quema de una isla del delta del Paraná listo para sembrar soja, digamos que son unas 10.000 hectáreas; siendo generoso, este pool empleará indirectamente unas 100 personas (solo considerando el tiempo de siembra a cosecha), en ese tiempo esparcirán por agua y aire sustancias químicas tóxicas que dañan la salud humana y de los demás habitantes no humanos del Delta del Paraná… Si a esas 10.000 hectáreas, -obviamente no en el delta porque las áreas quemadas deben ser protegidas, permitiendo que se regenere-, fueran habitadas por 5.000 familias (2 hectáreas por familia), con el compromiso de producir alimentos, estamos solucionando varios problemas; por un lado le damos un espacio para vivir a 20.000 personas (4 por familia) que ya no volverán a hacinarse en los barrios populares de las grandes ciudades, y por el otro, teniendo en cuenta que 2 hectáreas pueden producir alimentos variados y nutritivos para 140 familias hablamos de 700 000 personas que podrán acceder a alimentos sanos, frescos y diversos. Lo que nos sobra es tierra, no necesitamos seguir quemando o destruyendo bosques y humedales para producir comida, basta con repartir y usar bien la que tenemos.
Entonces, fuera de los grandes supermercados y transnacionales agroalimentarias, del lobby de las industrias químicas y petroquímicas que venden toneladas de fertilizantes y venenos de uso agrícola, hay millones de hombres y mujeres que producen alimentos con sus manos en la tierra, y venden en mercados que no cotizan en bolsa. Estos pequeños agricultores producen más, mejores y mayor diversidad de alimentos que 10.000 hectáreas de soja. Estos mercados frutihortícolas funcionan porque son necesarios, porque necesitamos de ese alimento.
Entonces la solución está ahí, cerquita, en esa unidad geográfica que mencioné al principio, el TERRITORIO. En los últimos años se han multiplicado las experiencias de lo que se denomina en sentido amplio, agroecología, una ciencia aplicada que considera todos los subsistemas de la producción de alimentos, intentando reducir el uso de insumos externos como herbicidas, insecticidas y fertilizantes; pero no se termina ahí, la agroecología es fuertemente social, requiere de la organización de los productores, de consumidores conscientes, políticos; consumidores que prefieran gastar su dinero en circuitos de comercialización locales en alimento fresco y con procedencia conocida. La agroecología es política, no porque sea un partido, sino porque se opone al enorme pulpo de la agroindustria y llena las ferias y los mercados de seres humanos intercambiando saberes, alimentos y experiencias; brindando oportunidades de bienestar a les agricultores y consumidores, cuidando el agua, el suelo y nuestra salud, y como yapa le quitamos ganancias a los sectores concentrados de la economía que son muy costosos para el ambiente y para nuestros bolsillos.
Este era un articulo sobre economía social; la economía social es una forma de organizar una empresa, un medio de producción de manera democrática, donde les trabajadores participan en la repartición de las ganancias y del proceso productivo, es la contracara de la lógica empresarial capitalista donde el trabajador solo cumple con las directivas de la empresa, acá es el trabajador el que propone las políticas empresariales y estas se acuerdan por consenso en asambleas.
Esta idea de la democracia en el sistema productivo es peligrosa para los poderosos, porque iguala. Iguala al agricultor con el CEO de una transnacional, iguala al consumidor con el productor y nos pone a todes a decidir qué queremos producir y cómo.
Imagínense lo revolucionario que es llevar esta lógica de democracia a todas las decisiones sobre un territorio, no democracia en el sentido burgués a través de los representantes; democracia viva. Personas pensando, decidiendo, dialogando sobre qué actividades realizar y cuáles no. Seres humanos conscientes y libres trabajando y produciendo en relación a sus capacidades y necesidades.
La gestión democrática de los bienes comunes se basa en la idea de que las sociedades, cuando proyectan su vida en un territorio en relación a los recursos disponibles, tienden a conservarlo, no a destruirlo. La tragedia de los bienes comunes es una falacia, a los recursos naturales no los destruye su condición de COMÚN los destruye el egoísmo del lucro inescrupuloso.
Pensemos esto en relación a ejemplos concretos “megaproyectos” que siempre se venden en los medios y a través de nuestros gobernantes como la solución a todos los problemas del país, los múltiples proyectos mega mineros, el fracking en el valle del río negro, la represa Portezuelo del Viento en el principal afluente del Río Colorado, minería de uranio en la provincia de Río Negro, las mega factorías de cerdos; todos, absolutamente todos esos proyectos, están pensados y fueron o serán, ser ejecutados de espaldas a la sociedad, sin consenso y cuando fue necesario, a través de la represión de quienes se oponían. Se trata de proyectos extractivos que reproducen una lógica violenta entre la humanidad y su ambiente, que no pretenden mejorar la condiciones de vida de los millones de personas que no tienen más que sus manos para trabajar todos los días para satisfacer sus necesidades, proyectos que sólo consideran una variable “U$S”, como si los millones de dólares que fugaran del país esas enormes empresas nos dejaran algún beneficio; todo lo contrario. se llevaran los dólares, nuestros recursos naturales, y nos dejaran un paisaje destruido y contaminado. No cierra por ningún lado.
¿No será más rentable asegurar tierra y vivienda a los millones que no la tienen, impulsar una gran reforma agraria que nos de soberanía alimentaria, promover emprendimientos ecoturísticos, promover emprendimientos energéticos (solares, eólicos) de pequeña y mediana escala, generar empleo a partir de la gestión integral de los residuos de las grandes ciudades….?
Les humanes amamos los paisajes abiertos, nos gusta la naturaleza; pero al mismo tiempo nuestras sociedades siempre han tendido a modificar el entorno para que sea más seguro, más amable. Hablaré aquí de una civilización que me fascina, la incaica.
Los incas construyeron sobre las laderas de los Andes un enorme y casi perfecto agro ecosistema, hicieron terrazas para fabricar suelos agrícolas con residuos vegetales, heces humanas, restos de la pesca, algas, resaca de ríos, etc. Los incas hicieron un uso muy intensivo de sus recursos naturales disponibles, pero siempre pensando en asegurar que a ningún “hijo del sol” le falte tierra, agua, casa y comida; recogían los excedentes de cosecha y los almacenaban para los años malos, como la educación era comunitaria todos accedían a los saberes disponibles y gozaban de un ambiente sano y productivo. ¡Incluso hay estudios que han analizado la composición de las rocas que constituyen las ciudades incaicas y preincaicas, no son rocas talladas y movidas por extraterrestres, son geopolimeros es decir son una mezcla de arcillas y distintos tipos de rocas que se mezclaban con extractos de algunas plantas, un cemento suramericano!
No se si los incas tenían asambleas para decidir qué sembrar y cómo, pero su civilización fue producto de un profundo conocimiento de la naturaleza, de los procesos ecológicos y de la correcta utilización del recurso humano, se estima que la población antes de la llegada de los españoles a sudamérica, solo en el área de influencia del Inca, rondaba entre los 10 y 30 millones de habitantes. Si los incas fueron capaces de producir por selección genética los cientos de variedades de maíz que existen, y las miles de variedades de papas, si pudieron esquilar vicuñas sin matarlas, si lograron domesticar guanacos y convertirlos en llamas, si lograron una civilización donde a nadie le faltó ropa, comida, ni casa, ¿no será que necesitamos aprender a vivir en nuestro territorio sin destruirlo?
Debemos re configurar nuestro territorio, planificar un uso equitativo, inteligente y democrático de los territorios, teniendo en cuenta sus condiciones biofísicas (no es lo mismo el valle de inundación del río Paraná que la estepa patagónica). Los efectos del cambio climático están entre nosotros, las causas: el extractivismo es todas sus facetas, el paradigma de la naturaleza como fuente de recursos y no como medio de vida. La única salida a la crisis social, económica y ecológica es una gestión participativa del territorio que articule los saberes locales, científicos y técnicos.
UN TERRITORIO HABITADO Y PLANIFICADO ES LA CLAVE PARA ENFRENTAR LOS DESAFÍOS QUE SE APROXIMAN.
El socialismo tiene su origen en la democracia, en la necesidad de los trabajadores de alzar su voz contra las injusticias de un sistema económico que pone al mercado y al dinero por encima de la dignidad humana y a costa de la destrucción del ambiente. No existe el capitalismo verde ni hay alternativa posible, socializar los medios de producción, de cambio y gestionar democráticamente los recursos naturales, es la única alternativa posible.
Leroy Ruiz Sartor*
Militante
Partido Socialista de Río Negro
Secretaría de Comunicación
Partido Socialista de Río Negro
Imagen de portada: Ecoportal
* Estudiante avanzado de la carrera de Ciencias del Ambiente UNRN