Construyamos inclusión
En el año 2006, el Ministerio de Salud de la Nación junto con la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) y la Fundación Buenos Aires Sida realizó un estudio de Seroprevalencia de VIH en personas trans y su asociación a prácticas de riesgo. Además de los datos de prevalencia, en la investigación se tomaron en cuenta variables socio-demográficas, problemas jurídico-legales y aspectos socioculturales. Entre 2011 y 2012, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y el Nacional contra la Discriminación (INADI) implementaron una prueba piloto de la Primera Encuesta sobre Población Trans en Argentina, para relevar, sistematizar y disponer de información socio-demográfica que oriente la elaboración de políticas públicas más inclusivas.
De estos estudios se desprende que el promedio de vida estimado de una persona trans es de 35 años, mientras que la expectativa de vida del resto de la población en Argentina es de 75 años”. Por otra parte, el 80% de la población trans encuestada no tiene cobertura de obra social o prepaga o inclusión en plan estatal. Entre las principales causas de muerte de las feminidades trans se mencionan VIH/SIDA, los asesinatos, el suicidio, el cáncer, sobredosis, ataques cardíacos, diabetes, cirrosis, complicaciones derivadas de la auto-administración de hormonas y/o siliconas o aceites, entre otras (ALITT, 2007).
El acceso al mercado laboral es otro de los puntos vulnerables. Según datos de esta encuesta, el 20% de la población trans no realiza ninguna actividad remunerada. El 80% restante se dedica a actividades relacionadas con la situación de prostitución y/o el trabajo sexual, u otras tareas de precaria estabilidad y trabajos no formales. Siete de cada diez personas sostienen no estar buscando otras fuentes de ingresos y ocho de cada diez aseguran que su identidad de género dificulta esta tarea.
Las condiciones de trabajo repercuten directamente en su situación habitacional. El 50% de las personas trans encuestadas reside en viviendas deficitarias.
Es necesario tener en cuenta la precarización histórica que ha recaído sobre las vidas de las personas trans, debido a que las instituciones, de manera recurrente, las excluyeron o expusieron a condiciones discriminatorias y/o violentas. Una de las dificultades más frecuentes con la que se enfrentan es el acceso al sistema educativo. De acuerdo a la encuesta INDEC- INADI, solo el 64% de la población trans encuestada, aprobó el nivel primario o EGB, el 20% terminó el nivel secundario o polimodal y el 2% finalizó el nivel terciario o universitario.
Quienes lograron recibirse han denunciado discriminación y/o violencia por cuestiones relativas a su identidad de género, tanto durante la cursada de sus estudios como, así también, en la búsqueda de inserción laboral.
En Argentina, a partir de la sanción de la Ley Nacional N° 26743 de Identidad de Género, el Estado reconoce a las personas trans como sujetxs de derecho. “Trans” es un término ampliamente utilizado para referirse a personas cuya identidad de género y/o expresión de género no se corresponde con las normas y expectativas sociales tradicionalmente aceptadas con el sexo asignado al nacer. Actualmente, más de 4.200 personas trans del país han obtenido su DNI y el reconocimiento de la identidad de género auto – percibida.
Si bien “nunca es tarde cuando la dicha llega”, el gobierno anterior se tomó tres años en reglamentar el artículo 11 de la Ley, para que las personas trans puedan acceder a la salud integral, garantizando las intervenciones quirúrgicas o tratamientos hormonales para adecuar el cuerpo a la identidad autopercibida, dentro del Programa Médico Obligatorio (PMO).
De todos modos, las personas trans sostienen que en la actualidad no les sigue siendo nada fácil acceder al consultorio médico. Algunas de las barreras de acceso al derecho a la salud que identificaron, fueron:
- Falta de reconocimiento de la Identidad de Género de las personas trans.
- Procedimientos burocráticos y administrativos que dificultan el ingreso al Sistema de Salud.
- Falta de servicios capacitados en los cuidados de la salud sexual y reproductiva de las personas LGTB.
- La presunción de heterosexualidad en la atención médica.
- Prejuicios, concepciones y creencias de los equipos de salud hacia la comunidad LGTB que pueden constituirse en prácticas discriminatorias.
Por otra parte, en relación a las necesidades específicas para concretar la identidad de género, una encuesta del INDEC- INADI indica que más de la mitad de las personas encuestadas se realizó hormonizaciones, siendo más frecuentes en feminidades (61%) que en masculinidades (19%). Un dato relevante es que nueve de cada diez personas trans manifestaron hacerlo sin asesoramiento ni acompañamiento de un profesional de la salud.
Del total de personas encuestadas, el 54% efectuó modificaciones corporales, siendo la más habitual la inyección de siliconas o aceites. Casi nueve de cada diez personas se aplicaron inyecciones, y dos de cada diez se realizaron implantes mamarios. A su vez, siete de cada diez manifestaron que por motivos económicos no pudieron acceder a ninguna modificación corporal.
Las situaciones de discriminación y violencia vividas en instituciones públicas, incluidos los establecimientos de salud, son mencionadas en todos los estudios. En relación con los efectores de salud, una encuesta realizada por ATTTA y la Fundación Huésped señala que las personas sufrieron discriminación tanto por parte de otrxs usuarixs de los servicios como por distintxs integrantes del equipo de salud, en especial personal médico y administrativo. Los datos sobre las consecuencias de la discriminación en el ámbito de la salud muestran que tres de cada diez personas encuestadas abandonaron tratamientos médicos por ese motivo, y que cinco de cada diez personas dejaron de concurrir al efector de salud como consecuencia de la discriminación sufrida por su identidad de género (INDEC-INADI).
Es evidente que existe un desconocimiento generalizado, entre los integrantes de los equipos de salud, de la Guía de Atención de la Salud Integral de Personas Trans que protocoliza la asistencia sanitaria prevista en la Ley de Identidad de Género.
Por otra parte, las organizaciones de la diversidad sexual plantean una “deshumanización” del vínculo médico- paciente dentro del consultorio y la necesidad de contar con profesionales “amigables” para poder transmitir los verdaderos problemas que atraviesan, sin la mirada condenatoria y patologizadora del sexo percibido.
El surgimiento de demandas de atención sobre temáticas o situaciones hasta el momento invisibilizadas, la presencia de personas usuarias que asumen una nueva posición, al ser reconocidas y reconocerse como sujetxs de derecho, exigen al sistema de salud y de educación, una respuesta acorde.
Las maneras de hacer de quienes integran el equipo de salud responden, explícita o implícitamente, a una concepción de sujetx, a un modo de entender el proceso de salud y su cuidado, y a la forma en que se construyen los saberes y se aprenden las prácticas.
Desde sus orígenes, el ser humano a interpretado muchas de sus experiencias sensibles como “binarias”: día-noche, frio-calor, agua-fuego, muerte-vida, hombre-mujer; mal-bien, materia-forma; yin-yang, izquierda-derecha, positivo-negativo, etc., etc., etc. Asimismo, en esa ida y vuelta entre la experiencia y la reflexión, ha logrado superar esa “pedagógica” herramienta de interpretación de la realidad, llegando a la actualidad, donde la teoría quántica plantea que una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo. En definitiva, la Humanidad se ha dado cuenta que la realidad no se presenta en díadas, y al contrario, ese modo de interpretación de la realidad, simplista y reduccionista, ha llevado a situaciones trágicas a lo largo de la historia. Los genocidios, de origen étnico o religioso o cultural o político son un lamentable ejemplo. En los femicidios, las persecuciones y las marginaciones también está presente esa concepción simplista de ver el mundo entre opuestos: bueno-malo, amigo-enemigo, creyente-hereje, pobre-rico, nacional-extranjero, etc.
La reducción del género humano a la díada hombre-mujer es una de las que resiste. Esta concepción está en el origen de los femicidios y de la exclusión de aquellas personas que viven y sienten su sexualidad fuera del binomio hombre-mujer. No se puede afirmar que una persona se define por su sexo. Un ser humano es, antes que nada una persona, y esa es la esencia y con eso nos debemos quedar, si es que queremos construir una sociedad integrada e integradora. Después vienen las características propias de cada individuo que aporta con su diversidad a esa unidad, su etnia, su edad, su nacionalidad, su cultura, su orientación sexual, etc.
El desafío es contribuir en la construcción de modelos de atención y de educación, que contemplen e incluyan la diversidad, y que puedan integrar el trabajo de acompañamiento, reconocimiento y fortalecimiento de la autonomía de las personas, desde un modelo de atención que propicie la confianza y el respeto en lugar de la crítica y la exclusión.
Quienes bregamos por la unidad en la diversidad, planteamos un mundo complejo, el cual debe abordarse con mucha humildad y a través de aproximaciones progresivas, para lograr conocerlo e interpretarlo, convencidos que lo que para hoy es válido, mañana puede cambiar.
Abramos nuestros corazones y mentes para poder ir construyendo un mundo más equitativo. Todxs nos lo merecemos.
Luz Riera
Médica Generalista
Congresal PS Cipolletti