«EL ORIGEN DEL PROBLEMA ESTÁ EN LA INJUSTA DISTRIBUCIÓN DE RIQUEZA Y PODER»
No hay justificativo alguno para matar pero en nombre de la ley se mata. Las fuerzas de seguridad del Estado están para proteger la vida que es un bien infinitamente superior al de cualquier propiedad pública o privada.
El Estado tiene el monopolio de la fuerza y esta fuerza debe ser usada en beneficio de la sociedad a la que se prohíbe usarla precisamente para que ésta no esté en beneficio de algún interés personal o de un grupo en particular. Esto, que en los papeles parece razonable y tal vez sea la única forma de convivencia “civilizada” posible, no siempre funciona como dice la teoría. Desde el extremo del terrorismo de Estado que sufrimos hace poco en nuestro país a la muerte de un joven por un policía hay una gama de hechos que nos obliga como sociedad a redoblar el esfuerzo para evitar que ese monopolio sea utilizado justamente para lo que, en teoría, pretende evitar.
Dicho esto vamos a los hechos.
Todo el territorio de la Argentina tenía habitantes cuando los españoles llegaron a estas tierras y la Patagonia también antes de las dos grandes “expediciones” del “estanciero” Rosas y del militar y referente de los estancieros, Roca. Este es un dato incontrastable de la realidad histórica, se diga lo que se diga y se esté en el lugar ideológico o material en el que se esté.
Entre la vida anterior a la conquista y la colonización hecha a sangre y fuego y el hoy transcurrió poco tiempo en términos de existencia de la humanidad pero bastante, en términos generacionales, como para diluir la historia y hacer de difícil comprensión los hechos que hoy se suceden, máxime si desde los medios de comunicación del pensamiento único dominante se contribuye a generar cada día mayor confusión.
Hoy, gran parte del territorio de la Patagonia y los llamados recursos naturales son explotados por magnates extranjeros, empresas de diverso origen y todo para beneficio de un reducido grupo de personas que, a los sumo, pagan algunos salarios a nuestra gente.
Hace casi cuatro meses, en Chubut, un grupo de descendientes del pueblo mapuche fue perseguido tierra adentro, excediendo la orden judicial de desalojar la ruta, con un triste resultado: Santiago Maldonado muerto en condiciones aún no aclaradas.
En Río Negro, por estas horas, otro grupo de descendientes del pueblo mapuche fue desalojado y perseguido, parece que en este caso por orden judicial de desalojo del territorio, con otro triste resultado: un joven muerto -Rafael Nahuel-, y varios heridos.
Tal vez esas personas en particular no estaban ocupando ese territorio en los últimos años pero sus mayores en algún lugar y en algún momento sí lo estuvieron. Es discutible el derecho de estas personas -tomadas en particular- para ocupar esas tierras, pero si en lugar de verlas como personas en particular las vemos como descendientes de los ocupantes originarios nos preguntamos: así como hay derecho a la herencia para algunos ¿no existe ese derecho para ellos?, aún después de 200 años. Es al menos discutible y al hacerlo pongamos sobre la mesa también que las clases de los propietarios se aferran a la herencia de tierras muchas veces mal habidas y la ley los protege. Algo no funciona igual para todos.
Otro suceso luctuoso nos tiene en vilo. Una marina y cuarenta y tres marinos a bordo del submarino San Juan de la armada argentina están desaparecidos en circunstancias poco claras y se suceden las versiones de todo tipo acerca de qué pudo haber sucedido. Pudo haber sido un accidente producto de fallas técnicas y/o humanas, pero nuestra sociedad, ya acostumbrada a enterarse al tiempo de que las cosas no eran como se decían, tiene el derecho a desconfiar de los partes oficiales.
Sin estar en las primeras planas de los diarios, en cada ciudad de nuestro país hay jóvenes detenidos, castigados y muchas veces muertos por las fuerzas de seguridad por delitos menores, por estar en la calle, por estar fumados o simplemente por portación de gorra.
Estos hechos muestran compatriotas de diverso origen geográfico y cultural, pero todos provenientes de los sectores populares, o sea del común de las y los ciudadanos del país, que sufren, que son muchas veces marginados o que, sin serlo, arriesgan su vida en cada instante.
Mientras tanto, los señores “propietarios” de las tierras o de otro tipo de capitales, que explotan para su beneficio los bienes naturales comunes, incluidos los que están en el mar y la plataforma submarina, disfrutan de calidades de vida impensadas para el común de los ciudadanos y son intocables. Claro, no es delito ser rico y dueño de la vida de los demás. Tampoco parece ser delito evadir impuestos, hacer transacciones en “paraísos fiscales” o especular en el sistema financiero y pareciera que tampoco es delito corromper funcionarios o, estando en el gobierno, endeudar al pueblo, bajar jubilaciones, beneficiar a empresas amigas, etc. Entre estos hombres ricos hay extranjeros conocidos por estos lares como Lewis y Benetton y argentinos como Bulgheroni, Eurnekian, Roemmers y Pérez Companc, reduciendo la lista de los poderosos argentinos a los tres más encumbrados en el ranquing FORBES de este año, pero sabiendo que en algún lugar de esa lista está la familia presidencial y varios de sus funcionarios/as.
A esta altura el lector se preguntará que tiene que ver la represión a los mapuches en la Patagonia con las víctimas del submarino San Juan y éstos con los señores más ricos del país o extranjeros con intereses en nuestro país.
Tienen mucho que ver. Unos son los que dominan y otros son los dominados o los que, sin saberlo, trabajan para reforzar y sostener ese dominio. Y no con esto decimos que la represión la ordenó directamente alguno de ellos ni menos decimos que alguno de ellos tenía algún interés directo en que desapareciera un submarino con 44 compatriotas a bordo. No es tan simple ni directa la respuesta. Lo que está en debate ante estos hechos tan graves es un sistema de organización social que concentra riqueza y poder, que otorga privilegios a unos pocos y tiene al resto a su servicio. Así está armada la legislación pese a muchas conquistas, así está armada la cultura imperante y el “sentido común” y así funciona el sistema, más que nunca, en su actual etapa neoliberal.
En todo el mundo ya hay voces que advierten sobre posibles catástrofes “naturales” sustentadas en los hechos y análisis científicos del cambio climático. En todo el mundo hay quejas por la terrible concentración de riqueza que hace que los 8 hombres más ricos del mundo tengan la misma fortuna que el 50% del resto de la población. Hay países destrozados por la explotación de su suelo y su subsuelo, hay guerras y hay millones de migrantes del sur destrozado hacia el norte destrozador.
En nuestra historia tenemos nuestros pueblos originarios casi exterminados porque ocupaban un lugar codiciado por otros, más cerca en el tiempo nuestros 30.000 desaparecidos porque eran una traba a los intereses económicos que se beneficiaron con el golpe de Estado, todos los días hay un Luciano Arruga víctima de la corrupción policial en nuestras ciudades, hay un Daniel Solano desaparecido por pretender cobrar un salario digno, sigue sin esclarecerse la muerte del joven oficial de la policía Lucas Muñoz, hay un Santiago Maldonado solidario con la causa mapuche muerto y hoy lamentamos una nueva víctima de similares características, hay 44 submarinistas desaparecidos y es probable que nunca sepamos la verdad de lo sucedido…
Síntesis: unos pocos beneficiados, muchos perjudicados, entre ellos las víctimas fatales y la naturaleza en peligro.
Nuestra sociedad debe reflexionar y compartir ideas para modificar este rumbo suicida pero lo que está claro es que en el origen del problema está la injusta distribución de riqueza y poder. En ese punto debemos poner las energías y el eje de la lucha política y social.
Juan José Tealdi
Secretario de DD.HH. del Partido Socialista
Coordinador Nacional de la Corriente Igualdad y Participación del PS
Secretaría de Comunicación
Partido Socialista de Río Negro
Imagen de Portada: En Estos Días